19 abril, 2008

Museo de la novela de la fugaz

Hay quienes saben de mi afición por escribir en Moleskine, pero casi nadie sabe que tengo una afición mayor por leer las ajenas. Incluso he leído las de algunos amigos. "Eso no se hace", me han dicho, "uno se entera de cosas que no quiere enterarse", pero mi curiosidad no ceja. Hace unos días por quién sabe qué conjunciones del azar en el Centro Cultural de España me encontré con una. Me salto los detalles. No tiene ningún dato sobre el propietario entonces no puedo regresarla, ahora es mía; no puedo escribir en ella porque a lo mucho debe tener diez páginas en blanco, en la primera se lee con tinta roja y en letra grande con estilo gótico: Museo de la novela de la fugaz. El título me cautivó, he leído algunos fragmentos (geniales algunos, flojos otros) y después de pensarlo un rato me decidí por transcribir de vez en cuando algunas partes y convertir al Museo en una novela por entregas. No sé si la estoy disfrutando tanto porque realmente es buena o sólo me dejo llevar por las extrañas condiciones que la pusieron en mis manos, en todo caso tiene, entre otras cosas, un estilo impecable y un manejo espacio-temporal que envidio; acaso es demasiado moderna --no sé si eso sea una ventaja o una desventaja. Ustedes, lectores accidentales y ocasionales, juzguen.

Así comienza:


I

Es de noche, hace frío y llueve con levedad, lo suficiente para percibir el olor a asfalto mojado. Estamos sentados en la acera, recargados en un muro. Mi mano izquierda toma tu mano derecha, en mi otra mano una taza de té, en tu otra mano un cigarrillo; en mi otra vida esto no significaría nada, en tu otra vida esto significaría algo. Si alguien nos mirara ahora pensaría que somos felices, falsamente felices. Felicidad en zozobra. De vez en cuando interrumpimos al silencio para decir algunas palabras, por ejemplo, "te amo". Te amo, ¿qué significa eso para ti? Me lo dices como quien dice "hola" o "perro" o "gracias", y lo dices tanto que su sentido empieza a diluirse. ¡Qué estupidez quejarse de que a uno lo amen y se lo digan! Será tal vez que no te creo, que no te quiero creer porque temo tener que corresponder a tu amor, como si te debiera algo.

No sé si nos amamos, pero si es así es por casualidad. Todo el mérito fue del azar que me puso, justamente a mí, en el sitio justo, o me puso, injustamente, en el sitio más injusto. Creo que lo más conveniente será remontarme al comienzo, pero no el comienzo de esta historia sino el anterior, el comienzo que hizo posible que hubiera una historia. Termino de escribir esa frase, que en realidad no es mía, y me pregunto si esta historia existe verdaderamente, si no es sólo que la he buscado como quien busca una experiencia para poder luego escribir sobre ella, si mi pasión por la trama me ha llevado a tales vilezas, a hacer que alguien se enamorara de mí y hacerle creer que su amor es recíproco. No, no creo ser capaz de tanto y no debería preocuparme por estos asuntos, puedo actuar como si amara y esperar que el amor llegue luego, que la ficción en que vivo se realice.

Decía que sería bueno ir a los orígenes de esta historia, me retracto, sería un fastidio, incluso para mí. Obviemos las causas, contaré mi historia retrospectivamente. Hay que empezar por el presente, aunque no exista y quede atrás con cada letra que escribo. Para eso debo enmendar el primer párrafo: no es de noche, no hace frío, no llueve. No estamos sentados en la acera y nuestras manos no se tocan, no tomo té ni estás fumando. Esto no significaría nada en otra vida porque no hay otra vida. Nadie nos podría mirar ahora y no interrumpimos al silencio para hablar, no nos decimos "te amo" y no me importa qué significa eso para ti, ni si en serio lo sientes, pero si me lo dijeras no me quejaría por ello, tal vez te creería o tal vez no. Lo que es seguro es que jamás creería que te debo nada y no pretendería amarte por compasión, simplemente no te amo y punto.

En fin, es cerca de mediodía y hace calor. Estoy solo, escuchando Pocket symphony de Air mientras escribo en la libreta que compré ayer con el intento de convertir la historia de los últimos tres meses --acaso los más intensos de mi vida--, es decir, nuestra historia en una nueva novela después de poco más de tres años de no publicar nada y casi uno de haber dejado de hacer literatura. Pasaré a un estilo más tradicional, dejaré de escribir como si fueras mi interlocutora, como si alguna vez fueras a leer esto, si apenas haz hojeado alguno de mis libros. Entonces te dejo, hablaré de ti sin hablarte a ti.

La última vez que la vi íbamos conduciendo en dirección a su casa. Estaba molesta porque no quería que se fuera, en realidad no quería despertar tan temprano y llevarla. Me despertó y dijo "ya vámonos". No dije nada, los dos estábamos desnudos, comencé a tocarla, quería hacerle el amor otra vez, no lo conseguí, entonces me di la vuelta sobre la cama, dándole la espalda, e intenté volver a dormir. Imposible. Cuando me arranqué el sueño y el cansancio del cuerpo ya estábamos vestidos y en el auto, callados. Quería castigarme con su silencio; me agrada el silencio, lo que no me agrada es que se moleste por razones tan absurdas y que me haya negado el sexo, sé que tenía tantas ganas como yo, entonces hablamos. Todo se arregló después de unas disculpas fáciles por no haberme levantado temprano, o eso espero. Llegamos a su casa, me estacioné, ella sacó de su bolsa un libro, un disco y un paquete de cigarrillos, después de encender uno y tomar otros tantos me dio un beso, el libro, el disco, los cigarrillos y dijo: "Háblame en la noche", hizo una pausa, luego continuó, "o mañana, no sé si estaré en casa hoy. Te amo", y se fue. No sé si quería insinuar algo con que no iba a estar en casa pero eso me pareció, sé que hoy verá a su ex novio para poner las cosas en claro y quedar en los mejores términos posibles, llevar la fiesta en paz, me dijo. Para mí esa entrevista es inútil y me pone nervioso, casi cada vez que se han visto --en ocasiones ha bastado con una llamada telefónica-- termino perdiendo, perdiéndola para ser más preciso. Aunque eso es un decir, nunca la he perdido, cuando ha vuelto con Ricardo (ése es el nombre del ex novio, quien, dicho sea de paso, me odia) no ha dejado de verme, de amarme. Pero se supone que esta vez no será así, que van a hablar para poner un fin definitivo, en eso quiero creer.

Volví a casa, puse el disco que me dio V, que es el que escucho ahora. Junto con el disco recibí de vuelta mi edición de bolsillo del Museo de la novela de la eterna, releí algunos fragmentos y algunas de mis anotaciones al margen. Luego comencé a escribir esta novela, que he decidido titular, ya desde ahora, Museo de la novela de la fugaz.

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