y no sé si cuando no lo miro
me repite al otro lado.
Ahora que nadie me mira
me repito yo
—una y dos veces mi nombre,
como un eco que regresa—
para no desaparecer.
¿Pero si nadie me escuchara,
a dónde volvería mi nombre
si no al silencio?
Tal vez si le diera la espalda
también a las palabras
dejaría por fin de repetirme
aquí y aquí. Para siempre.
Y aunque alguien me escuchara,
mi nombre sería ya solamente
una oquedad oscura:
un espejo vacío que nadie mira.