22 septiembre, 2012

21 septiembre, 2012

PANTEÓN



Y tiramos la primera piedra:
el corazón lanzamos
hacia el fondo de la tierra.
Pusimos la primera piedra
de una casa sin puertas ni inquilinos,
de una casa que no tenemos todavía
pero ya tuvimos desde siempre.
Una piedra a la orilla del paisaje,
en la intemperie trabajada
por el viento    por los días.
Sepultamos la palabra piedra:
paredes rojas de un corazón tan blanco:
una piedra que nos lleva y que llevamos,
una piedra que se apaga y que se apega.
Con la piedra en las manos
con las manos en la piedra
abrimos la primera oscuridad
de la tierra abrimos
el olor del verbo habremos
de sentir sobre la tierra.
Abrimos la ventana de la noche
y tiramos la primera piedra:
un mínimo derrumbe,
la pequeña destrucción
de una casa futura:
una soledad para dos tiramos:
la pintura húmeda de nuestras voces
descendiendo lentamente por los muros.
El fantasma de una casa que te habita,
un puro derrumbe sostenido.
Nosotros somos la caída,
nada más que gravedad.
Habitamos el descenso,
el tiempo exacto que dura este recuerdo.
Nosotros somos la caída,
nada más que nuestra edad;
un viaje al centro de la piedra:
esa herida repentina
por donde se escurre el aliento.
Nuestros nombres son la sed de un río
disecado en el lenguaje.
Ya no somos sino huesos:
piedras blancas rodeando una piedra roja.
Ya no somos sino piedras
que se acercan una a otra
a escuchar el pulso del mundo.
Y dos árboles que brotan en el pecho.

El amor es un panteón
donde nos entierran juntos.

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